La atención a las usuarias desde la Biomedicina
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La atención a las usuarias desde la Biomedicina

"A mí el hecho de acompañar un parto me remueve las entrañas ... es tan profundo, tan ... (llora). No entiendo, te lo juro, que haya gente que no respete... Cuando escuchas a una mujer hablando de una experiencia dura, dices ¿cómo puede ser que esto esté pasando? Es muy horroroso, no lo puedo verbalizar..."
Alba (comadrona hospitalaria)

Foto: Patricia Prudente

El sistema sanitario catalán se enmarca en la biomedicina propia de las sociedades occidentales que se caracteriza por el estudio científico de la salud, y el enfoque en el proceso de las patologías de las enfermedades, dividiendo su conocimiento en compartimentos estancos cada vez más especializados, de manera que la supremacía de los aspectos biológicos invisibiliza el resto: los aspectos sociales, culturales y/o económicos de la persona.

 

 

Según la definición de Menéndez E. (1978) que incorporamos en nuestra investigación: “Esta corriente se caracteriza por su biologicismo, su individualismo, su ahistoricidad, su asocialidad, su mercantilismo y su eficacia pragmática”. En este sentido, la medicina hegemónica (biomedicina) se basa en la eliminación del síntoma que causa la enfermedad, en la racionalidad científica como punto indiscutible y en los procesos biológicos de cada persona en concreto, independientemente de las causas, más allá de los puramente biológicos.

 

 

Otra de las críticas a la biomedicina se centra en el hecho de que ésta invisibiliza y/o niega otras prácticas, conocimientos, saberes corporales y de curación, propias de otras culturas no occidentales y no biologicistas.  La biomedicina tiende además a problematizar procesos fisiológicos de manera que acaban siendo tratados y controlados como si se trataran de una enfermedad. Este es el caso del fenómeno de medicalización del embarazo y parto: “El éxito en los avances de la ciencia y de la técnica, magnificados en muchas ocasiones por los medios de comunicación, han contribuido a ampliar el ámbito de la clínica a problemas que tradicionalmente no correspondían a los fines de la medicina, lo que se conoce como medicalización de la vida” (Alonso Mayo, Etanis et al. 2009:9).

Debido a esta medicalización y el control que el sistema médico ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, hemos observado que muchas de ellas no se sienten protagonistas de su proceso vital de embarazo y parto.

 

Estos factores, unidos a la lectura de la mujer como vulnerable en el proceso de embarazo, parto y puerperio, dan lugar a que estos procesos se traten como problemas de salud que tienen que ser supervisados y controlados por las y los profesionales sanitarios. Además, “las metáforas utilizadas en la descripción del parto, la menopausia y otras funciones biológicas femeninas se inspiran no tanto en el discurso médico, sino en el discurso cultural sobre las mujeres en las sociedades occidentales”

"En una situación vital como es el nacimiento ... creo que las mujeres con estas contradicciones, con esta medicalización, aunque esté cambiando, creo que tiene que ver con el papel que han tenido los hombres en la medicina, tal vez estoy pensando más en hombres ginecólogos que en mujeres comadronas y después porque se les sitúa en este proceso ... para los gines es muy difícil dejar la medicina, la formación que reciben en medicina, es una formación con esta mochila que llevan de ... de machismo ".
Teresa (gestora sanitaria)

Foto: Patricia Prudente

En cuanto a las relaciones entre profesionales sanitarias y usuarias, cabe tener en cuenta que el mismo modelo biomédico lleva intrínseco unas relaciones de poder basadas en el hecho de que las profesionales son las que poseen el conocimiento, mientras que el conocimiento de las usuarias, como  mujeres o como madres es, por lo general, desestimado o infravalorado por estas profesionales: “El médico era quien conocía la enfermedad del paciente y, por tanto, sus necesidades de salud; él decidía según su criterio desde la información que necesitaba hasta las medidas terapéuticas que el paciente precisaba. Todo esto lo hacía en nombre del enfermo, pero no forzosamente de acuerdo con el criterio de este último” (Alonso Mayo, Etanis et al. 2009: 10).

 

 

Estas relaciones de poder entre profesional y usuaria, preparan el pretexto para justificar la violencia obstétrica -entendida como todas aquellas prácticas ejercidas sobre el cuerpo de la mujer sin una necesidad real de llevarlas a cabo o sin haber consultado e informado previamente a la usuaria, de manera que ésta dé su visto bueno y consentimiento para la realización de tal práctica- que, aunque cada vez en menor medida, continúa existiendo en el sistema sanitario actual, asociado al modelo de sociedad patriarcalizada en el que todavía vivimos. La violencia obstétrica se enmarca, en este sentido, dentro de las violencias de género.

“Es que la violencia obstétrica existe... Sobretodo en el parto”. Ágata (compadrona de ASSIR)

Foto: Hush Naidoo